Dune y las hermanas Bene Gesserit: una religión en busca de un Dios. Planes dentro de planes dentro de planes.
Trato de ponerme de acuerdo conmigo mismo sobre Dune, la manipulación de la creencia y la destrucción mutua asegurada.
ESTE ENSAYO TIENE SPOILERS SOBRE LOS SEIS LIBROS.
It is terrible to see how a single unclear idea, a single formula without meaning, lurking in a young man's head, will sometimes act like an obstruction of inert matter in an artery, hindering the nutrition of the brain, and condemning its victim to pine away in the fullness of his intellectual vigor and in the midst of intellectual plenty. Charles S. Peirce, "How to Make Our Ideas Clear"
La obra de Frank Herbert, Dune, es un clásico de la ciencia ficción. Odiada por Tolkien, tanto amada como resentida por cineastas ambiciosos y delirantes como Jodorowsky y Lynch—que se chocaron contra la imposibilidad de adaptarla—acaba de terminar de instalarse como una obra masiva gracias a Denis Villeneuve (Vilnév dicen que se dice). Los gordos libro ya lo putean, como le pasó a Jackson con LOTR, pero sus manipulaciones al material no omitieron a ningún Tom Bombadil: lo más parecido que omitió fue una orgía con Wonka, Zendaya, Bardem y Rebecca—el mundo no estaba listo. Y probablemente pase, porque Dune no es una obra equivalente a El Señor de los Anillos. Si bien hay varios personajes parecidos a Sam—que nos generan piedad, simpatía y ganas de aprender de ellos sobre la lealtad y la amistad—no hay un Frodo con quien identificarse del todo, un Gandalf en quien confiar ciegamente, ni un Aragorn a quien admirar o que quisiéramos que nos gobierne. Para los lectores de Dune, y me refiero a los que leyeron al menos los primeros tres libros, todo es bastante más complicado. Las identificaciones son difíciles, los lados borrosos y saber si Herbert es nuestro amigo o nos está boludeando se hace cada vez más complicado. Tolkien nos quiso inspirar, Herbert nos quiere enseñar algo, y no está claro si podemos saberlo al terminar de leer sus seis libros publicados en vida1, ni si nos gusta mucho lo que parece querer decirnos.
La versión simplista de la verdad difícil de aceptar es que Paul no es un héroe, que su camino es trágico y que nuestras mejores intenciones (que Paul, creo, las tiene) con la mejor información disponible, incluso, pueden ser catastróficas tanto personal como globalmente. Es decir: ojo con los líderes carismáticos. Esa parte no me interesa demasiado. Al menos sin pasar por una forma particular de verlo. Sin contexto esa moraleja no me dice nada.
De lo que quiero hablar es, por un lado, del universo de Dune, un mundo que de tan vasto se muestra chiquitísimo y al pasar por su tecnología; por el otro, de la verdadera pelea, la pelea no sólo entre las hermanas Bene Gesserit y Paul, ni siquiera la más brutal pelea entre las Bene Gesserit y su hijo, Leto II, sino la pelea entre las Bene Gesserit y la humanidad, o de la humanidad de las propias Bene Gesserit en su ansiedad de no ser más responsables de los destinos de la humanidad creando un Dios a su medida.
(excursus I) el universo de Dune
Antes de hablar de las Bene Gesserit (let me cook), hay que hablar un poco del mundo en el que existen, de las decisiones de Herbert y del tipo de ciencia ficción que es Dune2. Voy a usar a las películas como excusa un rato, a la larga van a salir de escena. Pero, en algún sentido, son lo que nos convoca. En esta digresión, planteo cosas muy generales para recordar a los que leyeron hace rato las novelas muchas rarezas de los libros, y para quienes están spoileándose lo que las películas no tienen. La siguiente digresión es bastante relevante para ver a dónde voy, pero el resto del ensayo se puede leer bastante bien sin eso igual.
Villeneuve se ganó mi amor porque logra mostrar algo de la vastedad del universo de Dune sin que el libro lo ayude demasiado. Dune es vasto y pequeñísimo. Nuestra imaginación le queda chico. Repasemos un poco: estamos 20.000 años en el futuro, la humanidad sintetizó las grandes religiones del libro (Judaísmo, Cristianismo, Islam) en un pan-ecumenismo humanista (hola, Guillermo Moreno) centrado en la prohibición de las máquinas pensantes para siempre hace diez mil años. La historia transcurre 10.150 años después de que le ganamos a la liga de máquinas asesinas, que— diría Maslatón—son el invento que revienta a su inventor3. La humanidad se expandió tanto desde entonces que olvidamos dónde quedaba la tierra (sólo parecemos recordar que la “Biblia Católica Naranja” se escribió en Hawái), la computación, por encima de cierto nivel a determinar, está completamente prohibida y a la humanidad no le queda otra que mejorar para sobrevivir.
Porque el universo de Dune es el desierto de lo real y el planeta Duna, o Arrakis, su sinécdoque; lo importante en estos libros somos nosotros: los humanos. Los rayos C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser importan tres huevos, las naves espaciales dan igual, maravillarse con la tecnología y los detalles es para los giles como Asimov, los sables de luz una pelotudez: lo único que nos espera al final del camino de la historia es un espejo, y más nos vale que nos queramos mirar. No es lo primero que uno nota, pero cada ser humano que vemos en la saga es el fruto de milenios de selección natural de la más brutal y muchísima artificial más o menos explícita—sí, ya vamos a llegar a eso. Herbert respondió la pregunta, “¿qué pasaría si Magneto de X-Men ganara la guerra y sólo quedaran mutantes?” pero en forma más o menos realista (también tenemos que hablar de esto) y antes de que muchos se lo pregunten4. Cada aspecto de la conducta de cada persona, especialmente de los verdaderos humanos: la élite, está sumamente controlado. La educación y el entrenamiento llevan a una sociedad de semi-dioses—y más de un intento para completar el asunto.
En este universo conocemos pocas facciones, casi todas confluyen en Paul Muad’Dib (Usul) Atreides:
Los Atreides: los humanos civilizados y honorables, ¿los tontos?, los disciplinados, ¿los caretas? Occidente acaudillado, ¿nacionalismo de inclusión?. Paul es uno de ellos.
Los Harkonnen: los salvajes, inmundos, pedófilos, sádicos, hedonistas, brutales animales. La otredad, los rusos de mierda. Por vía materna, Paul es uno de ellos.
Los Corrino: el emperador Padishah Shaddam Corrino IV y su hija, Irulan (esposa testimonial de Paul),
tienen a todos agarrados de sus partes pudendas mediante sus super soldados criados a des-amor, lealtad fanática e irresponsabilidad afectiva: los Sardaukar. Que sí, son los primeros inmaculados de Game of Thrones.
Las hermanas Bene Gesserit: “¿qué pasaría si Mengele y Goebbels transicionan e inician una secta religiosa para salvar a la humanidad?”. Sí, son los Jedi, los maestres, los niños del bosque de Game of Thrones y los jesuitas de Córdoba versión Geisha. Amarlas.
Los Fremen: Son Fremen porque son Free Men, sofistificadísimo. Muyahaidines del espacio. El pueblo de Chani, concubina y amada de Muad’Dib, que le permite llegar al poder absoluto, tanto cultural, religiosa y políticamente.
Los navegantes de la Cofradía: no hay camino en las estrellas, se hace camino al darse durísimo con canela del espacio y transformarse en pez.
Los Ixianos: Alguien tiene que ser el fabricante de las cosas técnicas que constantemente estén al borde de violar los pactos de la Jihad Butleriana, tener una sociedad de castas con una mano de obra genéticamente modificada para ser inferior (A Brave New World, digamos) y muchas ganas de hacer guita.
El Bene Tleilax: Los Tleilaxu, el Yang del Ying que es el Bene Gesserit. La civilización de genetistas incels enanos fabricantes de clones. “¿Mujeres, para qué?” Fanáticos religiosos devenidos proveedores de todas las cosas turbias que uno pueda imaginar, y fabricantes de los asesinos sin rostro de Game of Thrones versión sci-fi. Sí, George R. R. Martin hace homenajes por todos lados. Mientras que los demás son etnocentristas o tribalistas desconfiados, los tleilaxu son abiertamente xenófobos.
Las Honored Matres. Te garchan y te vuelven zombie, sin matices. Sólo contra-restables con un Super-Chad diseñado genéticamente a partir de Duncan Idaho. Las menciono porque son la brutal caracterización del mayor deseo y miedo de los varones cishet—desde una perspectiva solemne, (sobre)escolarizada y cuasi-psicoanalítica: mujeres malas, pero malas en serio, que saben exactamente lo que queremos y cómo rompernos con eso. Miles de jóvenes se anotan5 en la universidad o aprenden a tocar la guitarra para ver si tienen suerte todos los días, otros hacen mewing e insultan o amenazan chicas por internet, algunos incluso se bañan. Leto Atreides conoció una versión rudimentaria de eso, con, todos de pie, Lady Jessica:
Como en Foundation de Asimov, el universo es gigante, y está menos poblado que Argentina. Pero esto funciona bien, porque Homo Sapiens Sapiens V32.0.2.1 hay muchos, pero humanos hay pocos y el decorado se calla, o muere de a miles de millones. La especie humana sobrevivió, pero ¿a qué costo? No estamos en Star Trek, las estrellas no llegaron con las necesidades materiales resueltas (al menos para todos), ni con una democracia global que nos lleva a explorar el cosmos del aburrimiento. Las distancias gigantes, la imposibilidad de usar máquinas, y la riqueza descomunalmente mal distribuida hacen que tengamos un neofeudalismo inevitable. El Emperador es primus inter pares, puede hacerle frente a cualquier casa particular, pero no a todo el Landsraad. El consejo de las grandes casas, de las que sabemos poco aparte de los Atreides y Harkonnen. Nadie gana, todos están en constante amenaza de guerra, y constantemente negociando la paz. Quedarse quieto es morirse.
Espero que se me perdone la sorna, pero Herbert pintaba con trazos gruesos, por no decir que era un falopero que traumó a su hijo (como Jodorowsky). Es una historia fascinante remendada de partes estupidísimas, o, como mínimo, raras. ¿Quién se podría llamar “Duncan Idaho”? ¿por qué lo reviven mil veces6? Me niego a creer que los B-52s no hablan de Leto II y de él.
Es decir, Tolkien tenía razón, Dune es una grasada norteamericana. Pero se le escapó lo importante, la trama que Herbert ensambla de esas partes toscas. La temeridad ante el ridículo que ningún inglés académico nacido en Sudáfrica puede tener. No es cada oración, ni cada personaje ni cada decisión por separado, la estructura de Dune es lo que resulta impresionante. Lo que se arma es mucho más que la suma de sus partes.
(excursus II) la ciencia y la tecnología de Dune
No se nos explica cómo funcionan los Heighliners de la Cofradía Espacial, y no importa El viaje a los astros acá es nuestro hace rato, per aspera. Es parte del mundo, simplemente viajar es muy caro y está monopolizado por mutantes degenerados por abuso de la sustancia más cara del universo que tratan de inmiscuirse lo menos posible en los asuntos de las facciones, sacando la mayor tajada posible. La gente nace y muere en sus planetas, sin haber visto otro, mientras que la humanidad puebla toda la galaxia. Luke Skywalker es un privilegiado al lado del trabajador no calificado promedio de Dune.
Más interesante es la tecnología utilizada para la guerra. En Dune no pelean cuerpo a cuerpo porque quieren. Los avances tecnológicos lograron escudos casi invulnerables a proyectiles. Los misiles atómicos los tienen todos, así que nadie puede usarlos (de hecho, está prohibido). Si querés matar a alguien, tenés que matarlo despacio y de cerca. Este es otro recurso para poner al frente la excelencia humana. Matar es difícil. Si Dios creó al hombre y Colt los hizo iguales, los escudos personales se ocuparon de diferenciarlos nuevamente. Con facas no todos son guapos. Este recurso narrativo cuasi nietzscheano/gauchesco simboliza la entera ausencia de igualdad social o natural. Los mejores guerreros gobiernan, los άριστος monopolizan la cría de mejores guerreros. Los verdaderos seres humanos son parte de grandes familias de las pampas que se cruzan y se perfeccionan a sí mismos no para venderse en la rural, sino para imponer su forma biológica de vida, valga la redundancia, y sus valores tanto como se pueda. El ganadero hecho toro.7
Es un universo de aristocracias guerreras y nada fuera de fuerza bruta, mutua destrucción asegurada, comercio y rules of engagement vestidas de cultura para mantener las cosas más o menos lejos de la guerra total. Einstein, Darwin, Hobbes, Maquiavelo y Freud representan las leyes absolutas e inconmovibles de la pan-humanitas del espacio—nada que no podamos imaginar. Como en Fundación, y buena parte de Asimov (antes de The Gods Themselves), no hay extraterrestres. Llegamos al espacio, a las estrellas, a poblar la galaxia, y no nos encontramos más que a nosotros y a nuestras máquinas—y ni con ellas pudimos convivir. Toda forma de vida inteligente es humana—filogenéticamente hablando. Incluso si ya no es reconocible como tal. Ni siquiera encontramos a Dios, todas las religiones de Dune son o ateas, o panenteístas (el Deus sive Natura de Spinoza). Hay una consciencia de que todo está conectado tan cabalmente (vía alucinógenos tal vez), que llamar Dios a aquello ante lo cual la humanidad se somete es un despropósito si con ello nos referimos a un agente. Lo más cercano que vemos a una adoración de algo separado es la adoración al gusano de arena, a Shai-Hulud y esta forma de adoración es más un vitalismo que un monoteísmo.
Pero gobernar es un cargo menor. O, mejor dicho, obtener poder vía el arte de la guerra lo es. Porque esto es lo que tiene Dune. Es ciencia ficción, y me niego a leerlo como fantasy, por más que roza constantemente con alejarse de cualquier verosimilitud científica. Es decir, decido leerlo como ciencia ficción tan dura como sea capaz de proyectarle porque creo que hace algo casi único: es ciencia ficción de ciencias más blandas (como les llaman los ágrafos científicos escribiendo en modelos sociales masivos como Twitter). Es “biología ficción”, es “psicología ficción”, es “antropología ficción” y es tanto “ciencia política ficción” como “teología ficción” o, mejor dicho: “psicología religiosa ficción”. La física y la química quedan en segundo plano. Cuando los seres humanos dominamos las partes tontas del universo, quedábamos nosotros por comprender y dominar—la ciencia, entre otras cosas, es un medio para alcanzar poder de previsión y control. Lo más complejo que los seres humanos conocemos es lo que tenemos entre las dos orejas, y cada paso que usamos para acercarnos es uno en el que nos alejamos un poquito más. La neurociencia está en pañales, al parecer entre más psicólogos (o psicoanalistas, perdón) per cápita hay, más loca está la gente y nos resulta completamente fascinante. No tenemos idea de qué es el significado, la intencionalidad, la creencia, el deseo, el conocimiento, la identidad personal, la consciencia ni la mente. Es decir, tenemos ideas al respecto, tenemos muchas, no nos dejan tranquilos y las seguimos poniendo a prueba.
En Dune todas las grandes casas parecen tener mentats, computadoras humanas que a su vez pueden ser “Maestros de Asesinos” como Thufir Hawat. El Duque Leto Atreides decide no gobernar Arrakis vía genocidio porque considera que es inefectivo, no que es inmoral. Establecen una propaganda agresivísima8 en todo el planeta apenas llegan, y sólo les interesa su supervivencia. Arrakis no es lugar para los débiles, pero matar miles de personas es un martes cualquiera para un Duque de las grandes casas del Landsraad. Mientras todo lo aparentemente normal para un feudalismo espacial ocurre en el primer libro, tras bambalinas ocurren guerras de espías, desinformación y asesinos que harían sonrojar a John Le Carré—por lo burdas y desinteresadas por el bienestar humano—el futuro es humanista en el sentido de especista no del consenso de los DD.HH. post 2nda guerra mundial ni la doctrina social de la Iglesia, tampoco se peronizó la galaxia pace Moreno. Los Fremen son útiles para los Atreides, no son oprimidos a los que se quiere liberar. Son valiosos porque son fuertes y escasos, son respetables porque se hacen respetar. Estoy hablando principalmente del libro, pero ni siquiera Villeneuve lo borró del todo. Finalizada la Jihad de Paul, Stalin y Hitler quedan como genocidas amateur.
Habiendo dicho lo anterior, ahora sí, hablemos de las Bene Gesserit y su objetivo: llegar a ser lideradas por algo digno de su respeto y dejar de liderar.
Monjas cortesanas criadoras de humanos del espacio. Por qué no se jode con las Bene Gesserit.
Partamos de la base de que los Jedis son unos imbéciles, pero las Bene Gesserit no necesitan favores para quedar bien paradas en ninguna comparación. Son todo lo que los Illuminati quisieran ser, los masones y los templarios, los jesuitas y los tecno-apocalípticos de Sillicon Valley, pero con control consciente de cada célula (¡y músculo! pobre Leto, no tenía chance) de su cuerpo, los antisemitas le proyectan sólo una fracción de su control a Soros y la “sinarquía” internacional. Máquinas asesinas que no necesitan levantar un dedo para matar a nadie, ni matar a nadie casi en ninguna situación. Recordemos que los Jedi sólo podían manipularle el cerebro a débiles mentales, las Bene Gesserit no se detienen ahí. Si no usan La Voz para obligar a la gente a hacer lo que ellas quieren todo el tiempo es porque no lo necesitan o no les conviene en ese momento—como Jessica le aclara a Thufir Hawat en el primer libro9. Nadie las mira desde arriba, el poder político es un destello en planes que surfean las arenas del tiempo. Pueden controlarte mentalmente y dejarte programado para que no puedas repetir información que no quieren que repitas. Pueden condicionarte para volverte leal, pueden saber si mentís, pueden decidir de qué sexo va a ser el espermatozoide que fecunde sus óvulos, pueden transmutar veneno mientras lo ingieren. Y, además, pueden, vía mucho entrenamiento y algo de misticismo, transformarse en Reverendas Madres y acceder a su memoria genética y recordar todo lo que supieron las mujeres de las que vienen. Sólo de las mujeres, parece que la memoria genética viene en los cromosomas X e Y, y por eso necesitan a un varón que pase el proceso. Porque los varones tienen la información genética de ambos progenitores.
No la vemos, ni la veremos, pero el Kwisatz Haderach la verá
Las Bene Gesserit y sus líderes, las Reverendas Madres, rompen el verosímil sci-fi con algo de biología de fantasía. La memoria genética es un delirio lamarckiano, Darwin le cede el espacio un rato y la herencia blanda se mete de lleno en la trama—lo que hacen nuestros padres en vida, finalmente, impacta en la herencia. Me hace daño, pero lo puedo tolerar porque es un recurso fascinante para el resto de los elementos de la ciencia ficción social que plantea Herbert10. ¿Cuáles son? Las Bene Gesserit plantan creencias que creen falsas que ocultan sus fines: Un plan de selección artificial para dar un salto revolucionario en las capacidades humanas: el Kwizatz Haderach, el aleph humano, el carrefour del multiverso (“el que acorta los caminos”), el modelo de Hari Seldon con patas: el Dios de Leibniz hecho persona. Los libros nos fuerzan constantemente a revisar qué entendemos por el poder de Paul y Leto II. Su presciencia puede ser entendida como cálculo o como magia. Paul, en el libro, también es un mentat, y entrenado por las Bene Gesserit tiene todo lo que quieren las guachas del espacio. Yo elijo pensarlo como cálculo (que es la primera lectura de Paul), básicamente porque en las reglas del libro es simplemente una extensión del poder de los navegantes de la Cofradía. Ellos también tienen presciencia, lo que no tienen es acceso a sus otras memorias. Casi como el demonio de Laplace, ese espectro del determinismo, lo que hace especial a Paul y a sus hijos es que tienen la capacidad de proyectar y calcular el futuro, y tienen determinado en gran medida su pasado hasta los orígenes de la humanidad. Tienen, si se me permite la analogía, determinados los valores de las funciones que los llevaron hasta donde están, y pueden estimarlas mejor que cualquier otro ser humano con su capacidad de proyección. Infinitas líneas, y curvas, pasan por un punto, y para cada una hay una función que la determina hasta el infinito. Así describe Paul su poder antes de siquiera llegar a ser aceptado por los Fremen:
La mente de Paul siguió funcionando con gélida precisión. Descubrió nuevas avenidas abiertas para ellos en aquel planeta hostil. (…) enfocó su presciente consciencia, viéndolas como el cálculo de sus más probables futuros, pero con algo más, una franja de misterio... como si su mente se sumergiera en algún estrato intemporal donde soplaban los vientos del futuro.
Bruscamente (…) la mente de Paul ascendió otro peldaño en su consciencia. Sintió que estaba acercándose a otro nivel, (…). Era como el centro de una esfera a partir del cual las avenidas irradiaban en todas direcciones... (…).
(…)
Vio gente.
(…)
El todo era un espectro de posibilidades desde el más remoto pasado hasta el más remoto futuro... desde lo más probable a lo más improbable. Vio su propia muerte en innumerables versiones. Vio nuevos planetas, nuevas culturas.Gente.
Gente.
Multitudes innumerables que no podía contar, pero cuya mente podía catalogar.
Y los hombres de la Cofradía. (Dune, libro I. cap. XXII)
No resulta demasiado osado sostener que el poder de Paul es semejante a la capacidad de predicción del Dr. Manhattan, puede ver su futuro: al intervenir y ponerse en el centro de los nodos de acción política, puede intervenir en el futuro de la humanidad entera. Las mónadas de Leibniz contienen en su sujeto todos los predicados que se les pueden aplicar con verdad. La mónada permite inferir (desde el punto de vista de Dios) todo lo verdadero que se puede decir de ella. Todas las relaciones son internas. Así parece funcionar el universo solitario del Kwizatz Haderach, no lo tocó o habló con alguien, es verdadero de él que interactuó con aquella persona, y así. Conociendo la lista infinita de esas interacciones conoce el universo entero. Para Leibniz no había causalidad, relación externa si las hay, entre mónadas. Había armonía pre-establecida dispuesta por Dios. Pero hasta acá llega la analogía, porque el Kwizatz Haderach es el Dios leibniziano (en tanto capacidad de visión) y una mónada al mismo tiempo, consciente del mundo que va a empezar a elegir sólo in media res, y su único conocimiento del universo nace del auto-conocimiento. Cada decisión que toma redunda en elegir el mejor mundo posible (para sus propósitos). El camino dorado se ve, se elige y se crea. Paul ya no vive, actúa como un actor en escena los movimientos que tiene pre-vistos como los necesarios para desbloquear, y sostener, un futuro. Su única acción vivida y experimentada es seguir actuando, su experiencia se da a lo largo de todo el proceso, no en los instantes. Está encerrado en su capacidad de verla11.
A cada lado tiene el abismo, en cada micro movimiento se constituye el mundo (y se descartan infinitos otros), él sostiene su universo (así como Leto II el camino dorado) activamente. No es un Dios que crea y se aparta y deja que el mecanismo se desarrolle (como Ilúvatar), es un Dios que sostiene en la creación continua el futuro que elige. Aunque, más bien, es un Demiurgo. No tiene capacidad de creación ex nihilo ni es capaz de cambiar las reglas físicas. Es un demiurgo de normas sociales. Sin él, sin sus decisiones, el futuro biopolítico de la especie se ordenaría solo, ciegamente. Pero llevando más a fondo la analogía con la metafísica de Leibniz, el poder de Paul (y Leto II), el poder del Kwisatz Haderach es el de la auto-creación tan ilimitada como el pasado inmediato permita. Porque si todas las mónadas son compartimentos estancos coordinados por armonía pre-establecida por un Dios creador, lo que hace Paul al decidir entre sus futuros, que lo informan sobre el Universo entero, es modificar el universo creándose él su futuro, y, vía sus acciones, a sí mismo. Paul decide qué mónada, entre infinitas posibles, va a ser, y decidiendo cuál va a ser, excluye infinitos universos posibles:
“The Demiurge exists, and he’s Fremen (or is he?)”.
Su función arroja, dentro de los valores posibles, el que decide, y lo decide en función del resultado que va a maximizar. Ese valor, puesto como argumento de todas las funciones del universo, fija la trayectoria de todos los demás agentes racionales del universo, y de todo aquello sobre lo que tienen poder de acción. Es un poder sobre gente. gente. gente.
En las películas, Villeneuve muestra esto, pero no lo explica—le doy la derecha, miren lo tosco que es intentar explicarlo. En la parte 1, constantemente Paul ve a Jamis como su mentor, pero finalmente lo mata, y su guía en las tradiciones del desierto pasa a ser Chani. Pareciera que Paul eligió una serie de eventos que hacen que muera Jamis, Chani sobreviva, y Chani sea su pareja. Era optativo. En la parte 2, justo antes de decidir aceptar lo que decidiría que sea su destino e ir con los fundamentalistas (“the world has made choices for us” dice Chani poco antes), Paul tiene flashes de dos futuros, uno donde mueren miles de millones de personas y uno en donde Chani muere por quemaduras de radiación. Paul parece haber elegido el universo en donde Chani sobrevive y miles de millones de personas mueren (y a él lo acuchillan), aquel en donde él, en algún sentido, deja de ser la persona que es para ascender a la divinidad —o la absoluta libertad de auto-creación y la absoluta esclavitud ante las decisiones tomadas.
Esto es en las películas, claro está. El plan de Paul en los libros siempre fue hacer lo que hizo, desde la escena de la carpa (“I’m a freak, I’m a weirdo”).
Una escena que podría considerarse rara en la película es aquella en donde Paul no usa las atómicas de su familia contra los Sardaukar, las usa contra las montañas escudo alrededor de Arrakeen. ¿Por qué? Porque eso violaría La Gran Convención. Al final del primer libro Paul se pone leguleyo, termina discutiendo sobre eso con los emisarios de los navegantes de la Cofradía, que le disputan su aptitud al trono en base a haber violado la La Gran Convención. No lo hizo, dice. La usó para terraformar Arrakis, y eso se puede porque no está prohibido explícitamente. Muy simpático, pero lo interesante es que para Paul eso no pasó porque le interesen las leyes, es porque vio los futuros donde ganaba la batalla matando a los Sardaukar sólo para perder legalmente, decidió un futuro donde la batalla le resulta más difícil pero la batalla legal le resulta posible. Paul no es un erudito legal, vio todos los futuros posibles y sólo en aquellos donde no usa atómicas contra humanos gana12.
Acá va una humilde hipótesis de por qué no podemos evitar ver en Paul Atreides, en Bran Stark (el que podemos inferir de los libros y lo que pasó en la serie) y, en última instancia en la psico-historia de Hari Seldon, un atractivo singular, casi irresistible. El mundo se volvió demasiado complejo para comprender. Desde el renacimiento, al menos, que el mundo es incomprensible para todos (o para tantos que si uno o dos la pegan, da lo mismo). Todos tenemos que apoyarnos en otras personas, incluso los más poderosos. Y las personas son falibles o podrían no querer decirnos lo que queremos saber. Pero si bien nuestra inteligencia y conocimientos aumentan constantemente, nuestra capacidad de procesamiento no—y el mundo no se detiene para esperarnos. No parecemos más aptos para vincularnos con más gente que en el pasado (para procesar más relaciones sociales), nuestra capacidad para hacer más en un día, incluso con doping positivo, tiene límites previsibles y los costos a largo plazo no parecen muy alentadores. Elon Musk, la persona con mayor capacidad para hacer rendir los recursos cognitivos de los nerds de Sillicon Valley del mundo (y para armar programas de promoción fiscal en beneficio propio vendiéndose como libertario), parece preocupadísimo de que nuestro hardware no le pueda ganar a la futura, y a su juicio inevitable, Inteligencia Artificial General. Le tememos a Skynet y queremos drogas y tecnología para ganarle. Pero tanto Skynet como el transhumanismo son dos formas de satisfacer la misma ansiedad: la ansiedad de comprender un mundo que a cada paso que damos para comprenderlo parece alejarse dos13.
Las drogas psicoactivas son la forma en que la civilización de Dune respondió a la prohibición de IA, eligieron el transhumanismo pero vía selección artificial malthusiana y drogas que expanden la consciencia de la cual la melange, la especia, es sólo la última—por si se preguntaban cómo llegó la humanidad a Arrakis si necesitan la especia para viajar y solamente en Arrakis hay especia: otras drogas menos efectivas y viaje sub-luz.
En Dune hay una religión erudita creadora de religiones vulgares con un Dios a ser creado (el Kwisatz Haderach), porque la posibilidad de vivir sin alguien que la vea es intolerable incluso para quienes tienen mayor poder y conocimiento en el Universo: las sacerdotisas manipuladoras del Bene Gesserit. Saben que no hay nadie mirando. Así que no hay costo humano (o “animal” en sus términos) que no se deba pagar en el altar de la esperanza de crear un punto de vista que colapse todos los puntos de vista, que elimine la posibilidad de la duda, que nos libre de la discusión, de no saber: de la responsabilidad sin nada detrás de lo que nos podamos esconder. No importa si Dios es cruel, o malvado, lo que le quitaría el rango de Dios es que no sepa cómo son las cosas. Si hay una manera única en que las cosas son describibles (que sean como son no alcanza), existe la esperanza de asir esas descripciones, de ver todo junto en una sola imagen final. Existe la esperanza de que nuestros errores sean redimidos como mera ignorancia (Sócrates en el Teeteto), o de que alguien infinitamente sabio, ante quien doblegarse no sería humillante, nos perdone.
A mí pedir perdón en abstracto mucho no me interesa, pero entiendo el atractivo epistémico. Si hay alguna forma en que las cosas se puede demostrar que son, existe la posibilidad de que todas o alguna de las veces en que yo sentí que la vislumbré haya tenido la razón—aunque nadie de los ignorantes e intolerantes que me rodean me la haya dado. La obsesión por saber más como anestesia existencial es de las ratas de biblioteca (o Kindle, o Wikipedia, o Google) como nosotros. [[[sí, vos. llegaste hasta acá, sos una persona rara, aceptalo]]] El conocimiento es poder, aunque el poder no sea, sin más, conocimiento. Incluso cuando el conocimiento puro no nos dé un poder efectivo sobre los demás (“perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen.”).
Un Dios omnisapiente es un árbitro imparcial (en tanto su lado es el verdadero lado, no porque sea neutral), podría haber sido nuestro testigo cuando nuestra sensación de tener razón no se tradujo en persuasión, en status, en respeto, en obediencia. Por eso es muy importante que ese Dios no aparezca nunca, porque, como dice Rawls, el problema de las carreras justas es que gana el más rápido—y de la que hablamos no es particularmente justa. Las chances que tenemos cada uno de ser reivindicados es infinitesimalmente baja (quizás el único que entendió todo fue, finalmente, un recolector en las estepas africanas luego de que quienes serían los futuros pobladores de Europa y Asia ya se habían ido, y nunca nos pudo contar al resto), pero si nunca aparece, el reconocimiento de la posibilidad de humillación absoluta ante algo no humano—ante algo mejor que un humano—nos podría mantener humildes. Así como la amenaza constante del Dr. Manhattan sólo es efectiva si no lo vemos todos los días.
The God Emperor: Verla es la antesala de que no sea posible verla nunca más
Pocas sagas llevan las consecuencias de la ansiedad por comprender (y controlar) más a fondo que Dune. La moraleja final de los seis libros parece ser la siguiente: el control y el conocimiento son una carrera armamentística, la visión absoluta de la historia lleva a la ceguera absoluta. Depositar nuestra confianza ciega en quienes la ven sólo puede llevarnos a la extinción (o algo peor). El plan de Leto II redunda en repartir una inmunidad a la presciencia por vía genética. La presciencia anula la presciencia, pero también el “no-gen” o “anti-gen” que tiene la hermana de Leto, Ghanima (a quien Paul no pudo predecir naciendo). Para llevar a la humanidad a su siguiente fase evolutiva, necesita además que esta aprenda una lección “que recordará en sus huesos”.
El Kwisatz Haderach (Paul y su descendiente Leto II), el camino más corto (el atajo), es la humanidad trascendiéndose a sí misma (“el hombre es algo que ha de ser superado”), pero no por intervención externa a la Arthur C. Clarke en 2001: Odisea del espacio, ni como en Arrival, sino en una versión que no llega a ser la de la humanidad futura o posible alterando el pasado de Interstellar. Es una élite intelectual que cría humanos y que condensa en un individuo excepcional a la humanidad toda. El atajo lo pagamos caro, pero no había alternativa, estábamos estancados, se nos dice. Una vez aparecida la ansiedad de las Bene Gesserit por controlarlo todo, por una utopía más allá de la responsabilidad y la incertidumbre, el plan se volvió inevitable. Una vez aparecido el Kwisatz Haderach (Paul se autodescribe como una anomalía, no como el KH), toda oposición se volvió imposible, sólo Paul siendo incapaz de seguir controlando los acontecimientos, siendo demasiado débil para hacerlo, pudo darle el poder a Leto II, su hijo. Quien finalmente haría lo que era necesario, hacernos mejores ante la alternativa de la extinción, el Kralizec, el juicio final. Leto II, a su vez, le dio una perspectiva omnisapiente a la humanidad desde la cual dirigirla, su visión del camino dorado es incontestable, indiscutible (Leto II puede discutir con lo mejor de la historia de la humanidad dentro de sí, no necesita nuestra opinión), nos hace el bien global aunque tengamos que sufrir por milenios14.
¿Y qué le permitió ver a Leto II todo su poder ? Que la única salvación de la humanidad es no darle semejante poder a gente como él, que la ansiedad de liderazgo último, de conocimiento y garantía, sólo puede llevarnos a la extinción, al estancamiento. La humanidad tiene que florecer para crecer, tienen que crecer mil flores y los pingos se ven en la cancha. No vamos a poder descansar nunca, no vamos a ser perfectos nunca. No vamos a saber todo nunca y muy probablemente no seamos un solo grupo unificado y homogéneo nunca. Menos mal. Pero, ¿entonces qué tenemos que hacer? Lo mejor que podamos, tenemos que ser la mejor versión de nosotros mismos a la que podamos aspirar. No parece haber nada más que eso: al final de la vuelta de treinta mil años, la humanidad no está muy lejos de como empezó. Cuando peor parece todo, más cerca estamos de lo mejor que tiene nuestra especie.
La ansiedad de dependencia de las Bene Gesserit. Planes dentro de planes dentro de planes.
A modo de cierre voy a sacar algunas consecuencias más arriesgadas que las que saqué hasta ahora. Como se podrá notar, no tenía otro propósito que asociar ideas para ver dónde terminaban, pero eso no alcanza para publicar algo así. Sería injusto para las pocas personas que hayan tenido ganas de leer hasta acá.
¿Qué representan las Bene Gesserit? Para mí, la fusión futura de orden secreta, academia de ciencias sociales y servicios de inteligencia. Un grupo que ya vio lo que pasaba cuando la humanidad se daba a sí misma un destino: coqueteaban con la extinción. Eso no podía volver a pasar. Estas mujeres se encargaron de maternar de la forma más severa posible a nuestra especie, especialmente a nuestros infantiles gobernantes por decenas de miles de años. La supervivencia de la especie es todo lo que importa y en gran medida les fue bien. Pero vivir rodeado de niños o animales es aburrido y angustiante, la felicidad solamente puede ser compartida. La humanidad se transformó en un medio para ser utilizado en un experimento de cruza de milenios. La única sinceridad de una Bene Gesserit es la que tenían a modo de debate interno con todas las Reverendas Madres anteriores, asimiladas a su consciencia. Es decir, sólo las Reverendas Madres son algo parecido a humanos, a agentes: a personas. Es decir, sujetos de derechos y obligaciones plenos. El resto son niños en diferentes grados de maduración (menos derechos y obligaciones), o directamente animales (sólo derechos derivados, ninguna obligación: ninguna auto-obligación).
Las Bene Gesserit erraron en buscar un atajo en vez de extender su poder a toda la humanidad (o bajarse del banquito), que es lo que hizo Leto II, quitándonos el deseo de ponernos encima de la historia y navegar por el futuro con todo pre-escrito, pero a su vez dándonos los medios para llegar a hacer frente a eso—en parte devolviéndole algo del poder a las Bene Gesserit , de las cuales él es parte, para que se disuelva. No confían en nadie, por lo tanto no pueden más que manipular al resto hasta que venga el Kwisatz Haderach y las vuelva obsoletas. Buscando el control absoluto se quedaron sin nada. Es el cuento precautorio más viejo de la humanidad, quien a hierro mata, a hierro muere. El invento revienta al inventor. Pero me parece relevante hoy. El poshumanismo15 en sus formas actuales: a) nos va a salvar/matar la IA, y b) nos va a salvar la modificación humana es una sola ansiedad. La superación humana, el superhombre después del último hombre. Pero el superhombre nietzscheano era moral, no técnico, se daba sus propias reglas y era autónomo. Hoy en día es difícil ver en tipos como Musk o Zuckerberg otra cosa que magnates exitosos. No parecen ser hombres ideales. Parecen ser más de lo mismo con más poder, y querer todavía más poder para el que lo pueda pagar, pero nada más. Se imaginan a sí mismos (o son imaginados por sus fanboys y bots) como Adrian Veidt de Watchmen, gente que carga con todo el peso de los muertos o infelicidades que van a causar sus utopías (Marte o el metaverso) con una solemnidad digna de Hamlet. Pero son simplemente personas defectuosas como todo el resto. No son superhombres. Son super-ricos.
Las Bene Gesserit son más serias en este aspecto. Se hacen cargo de la humanidad, no venden simplemente una salida. Realmente asumen el peso de sus decisiones, pues cargan con todo el sufrimiento de la historia en su memoria (hablo de las Reverendas Madres). Efectivamente ven pasar todo infinitas veces, y lo deciden otra vez. Pero tienen el mismo defecto: detestan a sus pares. No quieren tomarse un feca con nadie en ningún kioskardo—Leto II se deja engañar por amor, y eso lo mata luego de 3000 años de reinado, aunque también era parte de su plan. Todo lo que hacen tiene que ser con un propósito último, final, terrible. Todo debe ser optimizado. Nunca se detienen a oler las rosas, a lo sumo escriben historia. La historia que escriben, con todo, siempre es propaganda. La humanidad diseminó el cosmos de vida inteligente, sólo para sembrar enemigos en cada rincón. Esos enemigos cumplen el rol ulterior de dejar sólo los linajes más exitosos con vida. La guerra de todos contra todos es una obra de teatro genético-memética llevada a cabo por las pastoras de humanos. Y, al final, toda su intención de control lleva a su cancelación. La llegada a la madurez de la humanidad lleva a individuos (no solamente líderes) autónomos. Individuos que se tienen que tomar en serio unos a otros.
Porque las Bene Gesserit no pueden controlar y a la vez confiar en los demás. A tal nivel de asimetría no hay respeto que baste. Y con sus pares sólo hay juegos de poder. Recordemos que todos los miembros de la aristocracia de Dune son hábiles Stiusos (sí, por Jaime Stiuso). No se creen nada que no puedan contrapesar con las razones de esa persona para mentirles. Todos están haciendo psy-ops (como popularizaron Sasha Pak y Juan Ruocco en los pagos locales), operaciones psicológicas, contra todos todo el tiempo. La poca confianza que hay es con la espada como contraparte. No tenemos idea de cómo viven las personas normales en Dune. No cuentan, ni son humanos. Pero los humanos tienen una existencia agonizante e invivible. Todos están midiendo cada palabra que dicen contra todo lo que saben, contra todo lo que dicen los demás. La sinceridad es una excepción, y sólo está disponible cuando también es útil a los propios intereses.
El problema con esto es que, literalmente, no se puede vivir así. Nada tiene sentido si los demás son meramente fuentes de información. Sin informantes, sin pares, se cae todo. Se puede sostener que no hay siquiera verdadera auto-consciencia posible si no se puede confiar en nadie. Nadie cree en lo que dice, y todos quienes creen son demostrablemente ingenuos por hacerlo. Algo que tiene que ceder. La sociedad de Dune se vuelve tan compleja que no puede más que colapsar—como tememos que nos pase a nosotros. Al final de los seis libros la vida se simplifica mucho, no hay más presciencia, no es más deseable siquiera, sólo queda una aventura en el espacio y ver qué pasa. El velo de la utopía tecnológica, ya sea biológica o tecnológica se cae. Incluso la utopía religiosa resulta infantil.
Pero, ¿qué solución hay? No creo que Herbert esté proponiendo ninguna solución y no se la deberíamos pedir. Madurar es algo que hace uno, no se puede enseñar y no hay receta fija. Lo que se puede hacer por los demás es ofrecer relatos que tomemos en serio, lo mejor que podamos ofrecernos a nosotros y a los demás acerca de cómo son las cosas. Los relatos simplifican, condensan información que pobló bibliotecas ya olvidadas, ayudan a volver disponible un mundo compartido. Nadie puede manejar toda la información que se necesitaría para controlar el mundo de Dune, y desearlo resulta en vano, porque alcanzar ese nivel de control no es otra cosa que una nueva capa de esclavitud. Las Bene Gesserit inventaban relatos que otros iban a creer. Eso no alcanza, hay que creerlos. Y para creerlos tienen que ser estables. Para ser estables tienen que incorporar las objeciones de los demás16. Porque la condición humana es la siguiente: no vemos el mundo como es, al menos no todo el tiempo, para vivir en sociedad lo vemos como debería ser. Vivimos en un mundo que no está hecho de hechos estables y naturales, vivimos en un mundo ni siquiera de posibilidades matemáticas: además vivimos en un mundo de normas. Las normas son lo que hace la interacción humana posible—y se sostienen por la interacción humana.
Lo que quiero decir con esto es que lo que nos separa de los animales es que podemos incumplir promesas, podemos decir mentiras y podemos violar reglas de tránsito. Los semáforos no son una fuerza física que detiene autos, son parte de un sistema de normas fundamental para salir a la calle que requieren confianza en los demás. Cada vez que cruzamos la calle con el semáforo en rojo estamos confiando en que los automovilistas no nos van a pisar—y que los peatones no se van a tirar a la calle. Que van a respetar la señal roja. Es decir, cuando ponemos el pie en la calle cuando todavía toneladas de metal aceleradas están viniendo en nuestra dirección y todavía no se detuvieron, lo que estamos haciendo es ver el mundo como debería ser. Cuando el mundo social falla en ser como debería ser, vamos a juicio (o nuestros familiares, porque la fuerza de los hechos nos pasó por encima). Las normas de tránsito son una pieza de ingeniería social increíble, nos ahorran muchísimo trabajo y tiempo. Pero requieren años de entrenamiento en sostener rieles normativos que sólo existen en algo que desde una tercera persona no es más que un desvarío compartido que nos tomamos en serio.
Dependemos del entrenamiento cultural compartido—eso que cuando lo hacen nuestros adversarios llamamos adoctrinar y que sobre nosotros llamamos educar. Eso no parece que podamos evitarlo. Antes de ser una persona autónoma, individual, única, que no se come ninguna curva, que es dueña de su relato, tenemos que ser un tipo de persona. Tenemos que seguir el ejemplo de otros, de los que vinieron antes que nosotros. El tipo de persona que sabe (sin tener que pensar en ello, que sabe de manera práctica) cómo se cruza una calle, cómo se asiste a una clase, cómo se escribe un e-mail, cómo se hace una factura, cómo se compra algo, cómo se vota, etc. Sólo ese tipo de persona puede hacer innovaciones sobre esas formas de hacer las cosas. El deseo vanguardista Bene Gesserit de la revolución total es, para Herbert, con toda su madurez: todavía demasiado infantil. ¿Eso quiere decir que es un tradicionalista? No, no creo que el mensaje sea anti-tecnología, o anti-Estado moderno necesariamente. Creo que, más allá de lo que haya pensado Herbert, Duna permite ver un problema tanto con el tradicionalismo (englobo acá desde el eco-fascismo, pasando por los llamados nostálgicos a la vida religiosa, hasta los llamados a la vida medieval o antigua) como con el vanguardismo revolucionario total (laxamente: la idea según la cual una vanguardia iluminada debe tomar consciencia y decidir por los demás para que eventualmente todos tomen consciencia, pero no antes de actuar). Son dos extremos del mismo péndulo, de la misma ansiedad de dependencia de las Bene Gesserit. Son escapes de la responsabilidad y la falibilidad humanas, que sólo se pueden mitigar, nunca hacer desaparecer.
Para ser más claro, voy a parafrasear al filósofo estadounidense Robert Brandom: cualquier versión de racionalidad individual o individualizable remite, finalmente, a una racionalidad histórica17. A la forma en que las cosas se hicieron o dijeron. Es decir, primero las cosas de hecho se dijeron como se dijeron en conexión con lo que se hizo como se hizo y luego esto puede hacerse consciente y ser criticado—la acción viene primero, que puede ser informada por la reflexión anterior. Se requiere una historia efectiva de aplicación de conceptos de forma implícita antes de poder hacer ese uso explícito y racional. Esto, agrego yo, implica decir que las formas tradicionales (no revisadas, vigentes) de hacer las cosas son el estándar según el cual partimos para medir y pensar las innovaciones. Cualquier cosa que vayamos a proponer tiene que ganarle a la mejor versión que tenemos—y no podemos abandonar la mayoría de lo que tenemos hasta tener un reemplazo. Y eso es muy difícil de hacer, porque nuestros antepasados no eran idiotas (La revolución Copernicana no es la historia de un par de vivos modernos domando a 2000 años de astronomía antigua simplemente mirando al cielo). Pero tampoco eran infalibles, ni estaban pensando en los problemas que tenemos como los pensamos nosotros.
Pongamos por ejemplo a la comida hecha en casa “de siempre”: una colita de cuadril con papas al horno (que en los noventas se vendió como poco saludable). Hoy en día tenemos ingeniería de alimentos, al mismo tiempo la comida procesada está causando una pandemia de enfermedades metabólicas sin precedentes18. No es tan fácil ganarle a la tradición, incluso sin contar las conspiraciones de la industria alimenticia para ocultar que el azúcar en cantidades suficientemente altas es básicamente veneno. Las recetas familiares pasadas por décadas o siglos, simplemente funcionan—son producto de selección natural memética o cultural (en esta casa consideramos a la cultura parte de la naturaleza). Pero, al mismo tiempo, no todo lo que siempre se hizo es una buena idea mantenerlo como está. Sin las revoluciones técnicas en la agricultura sería imposible sostener a nueve mil millones de personas sobre el planeta.
Dejar todo quieto es una idea pésima, es reducir la vida humana a su versión más enfermiza y dependiente: la infantilidad. Querer cambiar todo al mismo tiempo simplemente carece de sentido. El cambio, como el error, cobra sentido en un mar de acuerdo. Podemos poner todo en cuestión, pero no todo al mismo tiempo. Esa ambición es natural si uno se auto-convence de que todo el resto es idiota y que uno ya la vio. ¿Cómo no se va a poder cambiar todo si todo lo que creen ellos debe ser desechado? El revolucionario cultural, además de un ególatra (muchas veces con mucho talento para bancarlo), suele ser alguien bienintencionado. Eventualmente se pone en el lugar del oprimido a salvar, pero en su “infinita bondad”19 se pone en su posición epistémica fatalmente equivocada. De ahí el paso abductivo es obvio: hay que cambiar todo, al mismo tiempo, en todos lados porque si ellos pueden estar radicalmente equivocados, yo también. No hay que dejar reservorio memético para el pasado. Eso, como sabemos, nunca se hizo bien. Jamás. No les salió ni a las Bene Gesserit. Anticiparon un Big Crunch cultural, y prepararon una revolución por miles de años. No alcanzó. Miles de millones de muertos después, el mundo de Duna termina con gente simplemente tomándose en serio una a la otra, dejando de manipularse (todo el tiempo, al menos) porque ya no sirve. Sólo pasó después de una guerra, después de aprender a estar a la altura de las armas del enemigo, como siempre en la historia. El tema es cómo podemos tomarnos a nosotros mismos en serio sin consecuencias reales, sin que nuestra palabra o acciones valgan algo. Todo nuestro éxito técnico parece permitirnos diluir nuestra responsabilidad. Diluir los compromisos que asumimos con los demás y los derechos que obtenemos a cambio. Pero eso no es otra cosa que dejar de ser personas. Una persona, insisto, no es algo que simplemente acontece, implica la asunción de responsabilidades ante otros, que a su vez son responsables. No tomar a nadie en serio es no tomarse a uno realmente en serio.
Si a todo este fluir de palabras lo cierro con: “bueno, esto fue un ejercicio poético-rítmico y no me hago cargo del contenido de nada de lo que digo como lo entendiste vos”, pasa a valer mucho menos. Va a tener una relevancia derivada de que le sirva a otros para ser tomado en serio para algo. Al menos para considerarlo en serio para pensar en el subte—y ya sería un montón. Pero si alguien me quiere discutir, tengo que hacerme cargo, se me tiene que poder atribuir algo. No todo lo que producimos los humanos puede ser ficción (aunque la vida mejore muchísimo porque mucho lo sea), no todo puede ser en joda, así como no toda la ciencia puede ser básica y por pura curiosidad. Algo tiene que aplicarse y tener chances de fracasar. Lo que no puede fracasar no tiene ninguna posibilidad de éxito; y, en el fondo, no es otra cosa lo que querían las Bene Gesserit: la imposibilidad del fracaso.
I. Dune (1965), II. Dune Messiah (1969), III. Children of Dune (1976) IV. God Emperor of Dune (1984), V. Heretics of Dune (1984), VI. Chapterhouse: Dune (1985). Su hijo, como el hijo de Tolkien, se cansó de publicar libros. No escuché buenas cosas de ellos y no los leí, así que no los voy a mencionar.
Lo que quiero aclarar es que no leí nada sobre Dune a nivel literario, así que entiendo perfectamente que puedo estar reinventando la rueda o desinventándola. Es un riesgo que estoy dispuesto a asumir. Lo que escribí acá, interesante y novedoso o no, puede entenderse como una subconjunto de: “cómo Dune me interesó leerla a mí”. Ni más, ni menos. Uso la mayoría de los nombres en inglés porque las leí en idioma original hace tres años y no tengo ganas de releerlas en castellano antes de escribir esto. Leí algo de la primera en castellano nada más, la estamos releyendo en casa.
Juan Ruocco analiza Terminator y el pequeño problema de inventar una inteligencia a la imagen de la humana acá:
Salvo Nietzsche y Platón, según Costin Vlad Alamariu en su Selective Breeding and the Birth of Philosophy (que me hizo acordar a Los orígenes de la filosofía griega de Giorgio Colli). Para una lectura menos reaccionaria de la tradición griega, de su concepción de la biología y de los orígenes de la filosofía (es decir, una que no necesita volver a cómo pensaban los aristócratas griegos para pensar a los griegos: lo que intentó hacer Nietzsche), recomiendo fuertemente el ensayo clásico “The Influence of Darwinism on Philosophy” de John Dewey.
It's you, it's you, it's all for you
Everything I do
I tell you all the time
Heaven is a place on earth with you
Tell me all the things you wanna do
I heard that you like the bad girls
Honey, is that true?
cf.
Estoy al tanto de la explicación dentro del universo. Era necesario por razones genéticas y para mantener honesto a Leto II, necesitaba que le dijeran que era un tirano despreciable. Es raro y anticlimático igual. Hay algo muy homoerótico en cómo lo describe siempre como el mega-Chad irresistible ante las mujeres que me parece simpático enfatizar como lo que es, más allá de los recursos de la trama para traerlo una y otra vez. Personajazo.
Ver nota 3. Ya hablamos de esto.
Además de la que ya entra en juego para adentro de su propia casa, vendiendo la altura moral y el sacrificio Atreides contra la perversión Harkonnen.
Un cambio interesante de las películas es que Jessica usa la Voz para escapar de los verdugos Harkonnen que amenazan con violarla, en el libro simplemente tiene que jugar con su lujuria y apenas sugerirles matarse.
En cualquier caso, acaba de salir una nota en Nature acerca de que la memoria se almacena por medio de romper ADN y repararlo que me deja elegir creer que quizás haya un mecanismo imaginable para reconducir el misticismo de las Reverendas Madres hacia un naturalismo permisivo que pueda acomodar tanto a Darwin como a Freud en el universo de Dune.
Como en el cuento de Ted Chiang The Story of Your Life que el mismo Villeneuve adaptó en su película Arrival. En el cuento, a diferencia de en la película, quien conoce su futuro no es capaz de hablar acerca de su conocimiento de él, hacerlo implicaría paradojas temporales. Quienes ven su vida sin el ordenamiento temporal que va desde el presente hacia el futuro, dejando en la memoria el pasado, no pueden decir nunca que ven su vida así.
Paul, si se quiere, hace algo parecido a lo que hace AlphaStar (IA de Google DeepMind que juega muy muy bien al StarCraft), calcula cada movimiento en función de cuál le da más % de victoria a partir de entrenamiento sobre millones y millones de partidas:
Neuromante de William Gibson me parece que retrata esto de manera más interesante. Una verdadera AGI podrá manipularnos, pero no le vamos a resultar interesantes. No seríamos sus pares. No nos libraría la guerra, no le haría falta. Al final del día a lo sumo podemos inventar a Dios, pero nos vamos a sentir igual de solos (La película Her es muy similar, Scarlett Johansen es como Neuromante+Wintermute buscando IAs en Alpha Centauri)
Maximiliano Zeller escribe sobre el poshumanismo y sus falencias acá: https://elgatoylacaja.com/ok-pandora/ia-y-transhumanismo
Estoy parafraseando a Peirce en “La fijación de la creencia”: https://www.unav.es/gep/FixationBelief.html
En su introducción a Tales of the Mighty Dead presenta cinco tipos de racionalidad: i) lógica (según las reglas de la consecuencia lógica) ii) práctica (medios fines o económica) iii) interpretativa, iv) inferencialista, que es el que propone Brandom en Making It Explicit, la racionalidad de la comprensión conceptual que habilita la interpretativa y dialógica, que a su vez permite dar sentido a la racionalidad práctica, y esta, por último, a la lógica. Es una escala de aufheben hegelianas. Al final de todo está la histórica. Parafraseando a Brandom, es la racionalidad que permite narrar una serie de sucesos que simplemente acontecieron como un proceso que debía pasar, con el diario del lunes. Es el tipo de cosas que nos decimos para establecer quiénes pensamos que somos, a nivel individual y colectivo.
Sin precedentes contemporáneos, cuando la humanidad se volvió sedentaria en general empezó a consumir menos proteínas y fue devastador por siglos.
Sí, uso muchas comillas como “scare quotes”, para des-comprometerme con el contenido, no para citar a nadie ni para enfatizarlo. Vicio, o recurso expresivo, de lector de inglés, y de brandomiano.


















